domingo, 28 de mayo de 2017

Buscando a Dory- audio cuento infantil


Porque es importante leer


Caperucita roja

Cuento clasico infantil Caperucita roja

Adaptación del cuento de Charles Perrault

Érase una vez una preciosa niña que siempre llevaba una capa roja con capucha para protegerse del frío. Por eso, todo el mundo la llamaba Caperucita Roja.
Caperucita vivía en una casita cerca del bosque. Un día, la mamá de  Caperucita le dijo:
– Hija mía, tu abuelita está enferma. He preparado una cestita con tortas y un tarrito de miel para que se la lleves ¡Ya verás qué contenta se pone!
– ¡Estupendo, mamá! Yo también tengo muchas ganas de ir a visitarla – dijo Caperucita saltando de alegría.
Cuando Caperucita se disponía  a salir de casa, su mamá, con gesto un poco serio, le hizo una advertencia:
– Ten mucho cuidado, cariño. No te entretengas con nada y no hables con extraños. Sabes que en el bosque vive el lobo y es muy peligroso. Si ves que aparece, sigue tu camino sin detenerte.
– No te preocupes, mamita – dijo la niña- Tendré en cuenta todo lo que me dices.
– Está bien – contestó la mamá, confiada – Dame un besito y no tardes en regresar.
– Así lo haré, mamá – afirmó de nuevo Caperucita diciendo adiós con su manita mientras se alejaba.
Cuando llegó al bosque, la pequeña comenzó a distraerse contemplando los pajaritos y recogiendo flores. No se dio cuenta de que alguien la observaba detrás de un viejo y frondoso árbol. De repente, oyó una voz dulce y zalamera.
– ¿A dónde vas, Caperucita?
La niña, dando un respingo, se giró y vio que quien le hablaba era un enorme lobo.
– Voy a casa de mi abuelita, al otro lado del bosque. Está enferma y le llevo una deliciosa merienda y unas flores para alegrarle el día.
– ¡Oh, eso es estupendo! – dijo el astuto lobo – Yo también vivo por allí. Te echo una carrera a ver quién llega antes. Cada uno iremos por un camino diferente ¿te parece bien?
La inocente niña pensó que era una idea divertida y asintió con la cabeza. No sabía que el lobo había elegido el camino más corto para llegar primero a su destino. Cuando el animal  llegó a casa de la abuela, llamó a la puerta.
– ¿Quién es? – gritó la mujer.
– Soy yo, abuelita, tu querida nieta Caperucita. Ábreme la puerta – dijo el lobo imitando la voz de la niña.
– Pasa, querida mía. La puerta está abierta – contestó la abuela.
El malvado lobo entró en la casa y sin pensárselo dos veces, saltó sobre la cama y se comió a la anciana. Después, se puso su camisón y su gorrito de dormir y se metió entre las sábanas esperando a que llegara la niña. Al rato, se oyeron unos golpes.
– ¿Quién llama? – dijo el lobo forzando la voz como si fuera la abuelita.
– Soy yo, Caperucita. Vengo a hacerte una visita y a traerte unos ricos dulces para merendar.
– Pasa, querida, estoy deseando abrazarte – dijo el lobo malvado relamiéndose.
La habitación estaba en penumbra. Cuando se acercó a la cama, a Caperucita le pareció que su abuela estaba muy cambiada. Extrañada, le dijo:
– Abuelita, abuelita ¡qué ojos tan grandes tienes!
– Son para verte mejor, preciosa mía – contestó el lobo, suavizando la voz.
– Abuelita, abuelita ¡qué orejas tan grandes tienes!
– Son para oírte mejor, querida.
– Pero… abuelita, abuelita ¡qué boca tan grande tienes!
– ¡Es para comerte mejor! – gritó el lobo dando un enorme salto y comiéndose a la niña de un bocado.
Con la barriga llena después de tanta comida, al lobo le entró sueño. Salió de la casa, se tumbó en el jardín y cayó profundamente dormido. El fuerte sonido de sus ronquidos llamó la atención de un cazador que pasaba por allí. El hombre se acercó y vio que el animal tenía la panza muy hinchada, demasiado para ser un lobo. Sospechando que pasaba algo extraño, cogió un cuchillo y le rajó la tripa ¡Se llevó una gran sorpresa cuando vio que de ella salieron sanas y salvas la abuela y la niña!
Después de liberarlas, el cazador cosió la barriga del lobo y esperaron un rato a que el animal se despertara. Cuando por fin abrió los ojos, vio como los tres le rodeaban y escuchó la profunda y amenazante voz del cazador que le gritaba enfurecido:
– ¡Lárgate, lobo malvado! ¡No te queremos en este bosque! ¡Como vuelva a verte por aquí, no volverás a contarlo!
El lobo, aterrado, puso pies en polvorosa y salió despavorido.
Caperucita y su abuelita, con lágrimas cayendo sobre sus mejillas, se abrazaron. El susto había pasado y la niña había aprendido una importante lección: nunca más desobedecería a su mamá ni se fiaría de extraños.

El gato con botas.


sábado, 27 de mayo de 2017

La importancia de la lectura desde pequeños
Aunque no lo creas, los niños entienden mucho más de lo que crees. Antes de empezar a hablar entienden ya infinidad de palabras. Antes de empezar a leer, pueden adquirir muchos otros conocimientos: el lenguaje poético, los juegos de palabras y las rimas, el escuchar historias orales. En esencia, necesitan ser estimulados. Sentarnos con ellos junto a un libro de cuentos y empezar a leerles será ya un claro incentivo para ellos. Escuchar tu voz, tu entonación, la trama de la historia… son pequeños escalones hasta que su cerebro esté lo bastante maduro como para asentar el proceso lector. Todo esto se sucede antes de los tres años, momento en que les interesa más la sonoridad que el contenido, pero es muy útil para que vayan interiorizando todo ese lenguaje. El leerles incluso antes de que empiecen a caminar, es increíblemente beneficioso.










jueves, 25 de mayo de 2017



     Promoción de la lectura en la biblioteca escolar. 
Sistema de acciones atractivas encaminadas a la formación de hábitos de lectura adecuada en los niños de una institución escolar. Este proceso se materializa esencialmente en el trabajos con los lectores, en la orientación planificada sobre que leer y cómo leer, dotándolo de la capacidad técnica de leer y la transformación de dicho acto en necesidad.
es un sistema de influencia sobre el individuo y de hecho es una tarea inherente al maestro y al bibliotecario escolar, como parte del proceso educativo que se desarrollan en los establecimientos educativos.





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¿ Por qué la literatura es también para niños?

Texto de la ponencia pronunciada por la autora Marcela Carranza  en el Seminario Internacional “Placer de Leer” de Promoción de la Lectura, organizado por la Fundación C&A y el Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil (CEDILIJ) y realizado en la ciudad de Buenos Aires del 29 al 31 de octubre de 2008.
La pregunta del título puede resultar un poco rara ya que es dado suponer que todos los que aquí estamos damos por sentado que es bueno que los niños lean literatura y no parece necesario preguntarse el “por qué”. Sin embargo no está mal hacerse esta pregunta acerca de todo lo que aparenta ser muy obvio. ¿Por qué nos parece importante que los niños lean literatura? ¿Por qué la literatura debe formar parte de la vida de los niños? Es muy posible que si los que estamos presentes intentáramos responder a estas preguntas las respuestas serían diversas.
La literatura pensada para los niños, es decir, una literatura especialmente diseñada para ellos es algo desde el punto de vista histórico, reciente, y necesitó para su aparición que primero existieran los niños como “idea” en las mentes de los adultos. Junto a la “creación” del concepto de Infancia surgió la escuela. Los pedagogos vieron la necesidad de crear libros que les facilitaran llevar a cabo sus objetivos. Muchos de los textos que los niños ya leían, esos que circulaban en publicaciones económicas llamadas “literatura de cordel”, no satisfacían tales necesidades pedagógicas y, desde el punto de vista de los adultos, más bien iban en contra de las mismas y debían ser rechazados. Fue así que surgió toda una literatura específicamente creada para el niño-alumno (1), al servicio de inculcar en él representaciones, valores, contenidos, normas, identidades considerados legítimos por la sociedad del momento. Podría decirse que la literatura infantil comienza a conformarse como un sistema a partir del surgimiento de una literatura y principalmente de un modo de lectura cuyo principal objetivo no es estético, sino formativo. Lo estético, lo artístico es para esta concepción de las lecturas infantiles sólo un anexo, un plus que vuelve más atractivo y ameno lo que realmente interesa: la transmisión a las nuevas generaciones de un modelo considerado legítimo por los adultos.
Esta instrumentalización del texto literario, tan antigua como la literatura infantil misma, no ha perdido vigencia y como señala Graciela Montes se trata de la “forma de domesticación más tradicional y prestigiosa de la literatura” (2).
Cuando hace veinte años comencé a entrar en contacto con este mundo de los libros para niños, lo hice escuchando las voces de Gianni Rodari, lo hice leyendo los libros de las editoriales Colihue y Quirquincho, lo hice escuchando a autores, a mediadores que con claridad me enseñaron (yo en ese momento cursaba el magisterio) que los libros para niños son ante todo una expresión artística. En los ochenta aprendí en palabras de Gianni Rodari que “’ese niño-que-juega’ es finalmente el verdadero vencedor, porque los libros nacidos para el ‘niño-alumno’ no permanecen, no resisten el paso del tiempo, las transformaciones sociales, las modificaciones de la moral ni tan siquiera a las conquistas sucesivas de la pedagogía y de la psicología infantil. Los libros nacidos de la imaginación y para la imaginación, sin embargo, permanecen, y a veces, hasta incluso se hacen más grandes con el tiempo. Se tornan en ‘clásicos’”(3).
Estaba clarísimo que detrás de un modo de comprender la literatura, había un modo de comprender y relacionarse con los niños, había una posición política e ideológica muy fuerte.
Pasaron más de veinte años, y cuando uno encuentra que desde diferentes agentes del campo: editores, autores, especialistas, académicos, docentes, padres… parecen cantar a una misma voz en el coro de la “educación en valores” a través de los libros infantiles, la sensación es de haber tomado la máquina del tiempo de Wells para viajar antes que se publicaran los libros de Javier Villafañe, Edith Vera, María Elena WalshLaura Devetach
Cuando los textos para niños que enseñaban a ser educados en la mesa, a decir “muchas gracias” y a lavarse los dientes parecían haber caído en el cajón de lo obsoleto, nos encontramos con una literatura, y un modo de concebir toda la literatura para niños destinada a la transmisión de “valores”.
En su artículo “La frontera indómita” (4), Graciela Montes señala junto a la “escolarización” otras dos formas de domesticación de la literatura: la “frivolidad” y el “mercado”.
Ahora bien, hasta qué punto —me pregunto— “escolarización”, “frivolidad” y “mercado” pueden hoy ser diferenciados entre sí cuando los catálogos, el discurso publicitario (adueñándose de conceptos y palabras propias de otros campos: el de la didáctica y el de la ética), y muchas (sino la mayoría) de las acciones emprendidas por las editoriales (entre ellas la selección de los textos a publicar) tienen por horizonte una concepción de la literatura para niños enraizada en la transmisión de contenidos morales, como lo es “la educación en valores”.
Yo hablé de un viaje en el tiempo, pero sin embargo hay algo nuevo en esta moralización de los libros para niños, y es a mi parecer su frivolidad. Esto se hace evidente en el uso de “los valores” como estrategia de marketing editorial. ¿De dónde salen esos listados de “valores” que enumeran todo aquello que se supone un libro infantil debe transmitir a un niño?: amistad, amor, comunicación, compromiso, conciencia ecológica, conciencia social, diversidad, tolerancia, libertad, aprendizaje, autonomía, avances científicos, búsqueda de la verdad…
Los valores como un listado ecléctico, la biblia y el calefón. Así, en el aire, una enumeración de “cosas buenas” sin ninguna raíz en lo social, en lo cultural, en lo político, en lo histórico. La moral, concebida como una “medicina” a tragar, “una cucharadita de virtud” cada ocho horas.