domingo, 8 de octubre de 2017

         Historia de Ratita
 
 
Había una vez una ratita gris que vivía con sus papás en una cueva tan tibia, tan tibia y tan cerrada, que un día tuvo ganas de salir. Y salió.

Y se quedó un rato encantada en la puerta de la cueva, porque el mundo le pareció más lindo que un jardín de quesitos. Despacio, se puso a explorar, a oler, a mordisquear, a hacer tumbacabezas, a conocer.

Y Ratita sintió que no hay nada más lindo que descubrir el mundo pasito a paso.

Bailó con una hoja. Patinó sobre un papel de chocolatín. Fumó un cigarrillo de pasto. Se puso anteojos de papel de caramelo. Tomó mate en una flor de campanilla color lila. Se adornó con aros de arroz.

Y le dieron unas ganas bárbaras de ponerse de novia.

Cuando vio al sol del amanecer, tan redondo, tan naranja con luz, le dijo:

—Señor Sol, usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

— ¡Cómo no! — dijo el sol, porque la ratita le pareció preciosa—, te cubriré con mis hilos de oro y todo el mundo será sol para los dos.

- ¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. El mundo es más que eso. ¿Qué haría yo en un mundo todo de sol? Bastante tuve ya con un mundo todo de cueva.

—¡Qué lástima! -dijo el sol. Te presentaré al nubarrón, que a veces me tapa, y no es tan de sol como yo. A lo mejor te gusta.

—Bueno, gracias -dijo Ratita.

Y se sentó a esperar hamacándose en una violeta.

Llegó el nubarrón, vestido de gris.

A Ratita le gustó muchísimo porque a veces tenía forma de helados, a veces de calesita y a veces de dibujo que no se entiende.

—Señor Nubarrón —dijo Ratita— usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

— ¡Cómo no! —dijo el nubarrón, porque la ratita le pareció preciosa. Te envolveré en mi capa fluflú y todo el mundo será nube para los dos.

-¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. ¿Qué haría yo en un mundo todo de nube?

— ¡Qué lástima! —dijo el nubarrón. Te presentaré al viento que a veces me empuja por el cielo.
A lo mejor te gusta.

—Bueno, gracias —dijo Ratita.

Y se sentó a esperar recostada en un maní.

Llegó el viento soplando flautas. A Ratita le gustó muchísimo porque se movía bailando a la moda.

—Señor Viento —le dijo—, usted es muy buen mozo. ¿Quiere ser mi novio?

— ¡Cómo no! -dijo el viento, porque la ratita le pareció preciosa—. Te haré cosquillas en el pelo, y todo el mundo será viento para los dos.

— ¡Ah, no! —dijo Ratita. Así no vale. ¿Qué haría yo en un mundo todo de viento?

— ¡Qué lástima! —Dijo el viento. ¿Por qué no vas a buscar al muro, que a veces me detiene en mi vuelo? A lo mejor te gusta.

—Bueno, gracias —dijo Ratita, y se fue hasta el muro.

El muro sonrió quieto, quieto, derecho, derecho.
Estaba hermoso.

A Ratita le gustó porque tenía un monigote dibujado, justo a la altura de un chico.

—Señor Muro —dijo, usted me gusta. ¿Quiere ser mi novio?

—Cómo no! —dijo el muro, porque la ratita le pareció preciosa. Te esconderé en un huequito de mis ladrillos y todo el mundo será muro para los dos.

— ¡Ah, no! -dijo Ratita. Así no vale. El mundo es más que eso. ¿Qué haría yo en un mundo todo de muro?

— ¡Qué lástima! — dijo el muro. Y siguió quieto. Quieto, derecho, derecho.

—Me parece que así no voy a encontrar novio —pensó Ratita.
Lo que pasa es que ni el sol, ni el nubarrón, ni el viento, ni el muro, tienen una colita como la mía, ni un corazón que hace tipi tepe. Yo me equivoqué.

Y pensando así caminó y caminó por el sendero de las margaritas. De repente llegó a un lugar donde había muchísimos ratones color café que la saludaron amablemente diciendo:

—Cómo-te-va.

Ratita paseó contenta por el barrio hasta que vio a Ratón-Ratón.
Estaba fabricando muebles con fósforos y tapitas de botellas.
A la ratita le gustó muchísimo cómo silbaba y llevaba el compás con la cola.

—¡Hola! —saludó Ratón-Ratón.

—¡Hola! —saludó Ratita, y se acercó para mirar los trabajos.
Y sintió que al lado de Ratón-Ratón se estaba muy bien.

—Me alegro de verte —dijo Ratón-Ratón, y también sintió que al lado de Ratita se estaba muy bien.

— ¿Podríamos ponernos de novios? —preguntaron los dos juntos.

Y los dos juntos contestaron que sí y se dieron un beso con muchísimo cariño. Después siguieron explorando, oliendo, mordisqueando y descubriendo el mundo pasito a paso.

Ratita se hizo una hamaca de plumas. Ratón-Ratón aprendió a saltar de rama en rama como Tarzán. Ratita pintó cuadros con la punta de la cola.
Y los dos juntos aprendieron a contarse cosas. Y los dos juntos aprendieron a ser papás. Tuvieron hijos y les dieron una cueva tibia, pero con una puerta fácil de abrir, para que pudieran salir a conocer el mundo pasito a paso, cuando tuvieran ganas.


FIN





Historia de Ratita
Laura Devetach.
 


fuente:http://bpcd-devetach.blogspot.com.ar/2013/05/cuento-historia-de-ratita-de-laura.html




jueves, 5 de octubre de 2017


CUENTO CUANDO SEA GRANDE (por Elsa Bornemann)

"A Qué vas a ser cuando seas grande?", me pregunta todo el mundo. Y aparte de contestarles: "Astrónomo" (o" colectivero del espacio"…, porque nunca se sabe…), tengo ganas de agregar otra verdad: "Cuando sea grande voy a tratar de no olvidarme de que una vez fui chico. "
Recuerdo que –cuando aún concurría al jardín de infantes–mi tía Ona me contó un cuento de gigantes. Después me mostró una lámina en la que aparecían tres y me dijo:
–Los gigantes sólo existen en los libros de cuentos.
–¡No es cierto! –grité– ¡El mundo está lleno de gigantes!
¡Para los nenes como yo, todas las personas mayores son gigantes!
A mi papá le llego hasta las rodillas. Tiene que alzarme a upa para que yo pueda ver el color de sus ojos… Mi mamá se agacha para que yo le dé un beso en la mejilla… En un zapato de mi abuelo me caben los dos pies…
¡Y todavía sobra lugar para los pies de mi hermanita!
Además, yo vivo en una casa hecha para gigantes: si me paro junto a la mesa de la sala, la tabla me tapa la nariz…
Para sentarme en una silla de la cocina debo treparme como un mono, y una vez sentado, necesito dos almohadones debajo de la cola para comer cómodamente.
No puedo encender la luz en ningún cuarto, porque no alcanzo los interruptores. Ni siquiera puedo tocar el timbre de entrada. Y por más que me ponga de puntillas, ¡no veo mi cara en el espejo del baño!
Por eso,¡cómo me gusta cuando mi papi me lleva montado sobre sus hombros! ¡Hasta puedo arrancar ramitas de los árboles con sólo estirar el brazo!
Por eso, ¡cómo me gustaba ir al jardín de infantes!
Allí hay mesas, sillas, armarios, construidos especialmente para los nenes.
Las mesas son "mesitas"; las sillas son "sillitas"; los armarios son "armaritos"…

¡Hasta los cubiertos son pequeños y mis manos pueden manejarlos fácilmente! También hay una casita edificada de acuerdo con nuestro tamaño. Si me subo a un banco, ¡puedo tocar el techo!
Sí. Ya sé que también yo voy a ser un gigante: cuando crezca.
¡Pero falta tanto tiempo!
Entre tanto, quiero que las personas mayores se den cuenta de que hoy soy chico, chiquito, chiquitito.

¡Chico, chiquito, chiquitito, en un mundo tan grande!
De gigantes. Hecho por gigantes.
Y para gigantes.

fuente:https://www.cuentocuentos.org/cuento/1796/cuando-sea-grande.html

domingo, 1 de octubre de 2017

Un cuento ¡Puajjj!

 
cuento puaj

Aquella mañana la tía Sidonia se despertó, corrió al baño a pasarse los dedos mojados sobre los ojos y cuando se miró al espejo, dijo:
– ¡Puajjj!
Después se lavó los dientes moviendo mucho el codo así y así y al terminar, dijo:
-¡Puajjj!
Cuando se sentó delante de su mate dulce dijo:
-¡Puajjj!
Y la vaca Mumuñonga que la estaba mirando por la ventana, comentó mientras rumiaba:
– ¡Qué cosa, la tía Sidonia tiene ¡puajjj! Esta completamente espuajada.
Y se fue a contárselo al gallito Quiquiripúm que entonaba sus quiquiriquíes sobre el techo, para hacer salir al sol.
– ¡Qué barbaridad! – dijo el gallito. una persona espuajada es peor que una persona con hipo, hay que sacárselo.
Mientras tanto, la tía Sidonia daba vueltas por el campito haciendo ¡puajjj! frente a todo lo que se le cruzaba: el maizal que agitaba sus hojas de cintas, el chanchito rosado que mamaba, las campanillas azules que zumbaban porque tenían una abeja de pensionista.
Y hasta cuando vio un grano de maíz amarillo, panzonzito y de naríz blanca, en lugar de decir ¡qué grano tan pipu!, dijo ¡puajjj! Era el colmo.
Los animales empezaron a preocuparse porque el ¡puajjj! es tan contagioso como el bostezo.
– Hay que sacarle el ¡puajjj! a tía Sidonia -dijo gallina Cocorilila.
 Y empezó un verdadero congreso con todo bicho que caminaba por el campito, para tratar el problema de una tía espuajada.
Los animales hablaron, consideraron, discutieron, pelearon y votaron.
¿Cómo votaron?
Metiendo cada uno una hojita en el nido de la gallina. Y todos ganaron, porque decidieron hacer lo mismo
Cuando tía Sidonia llegó a su casa no entendió muy bien lo que pasaba. Encontró a todos los animales uno arriba del otro.
Claro que el pato estaba sobre la vaca y no al revés. Y el gorrión sobre la gallina y no al revés.
Tía Sidonia quedó un poco sorprendida y se acercó a los animales apilados. Mirándolos a todos con la mirada panorámica les dijo:
– ¡Puaaaj!
Y entonces gallina Cocorilila, que estaba sobre el perro y debajo del gorrión, contestó:
– ¡Guau guau!
Y el perro Garufa cacareó feliz, como si hubiera puesto un huevo.
Y el gallo Quiquiripúm dijo:
-¡Muuu!
Y la vaca Mumuñonga cantó un quiquiriquí como para hacer salir tres soles.
Y el pato pió como el gorrión Jorgelino.
Y el gorrión hizo un cuac cuac finito, finito.
Tía Sidonia no podía creer lo que estaba oyendo. Las cejas se le volaron un poco para arriba, revoleó los ojos, abrió la boca, y sacudiendo la cabeza gritó:
– ¡Tururú! ¿Qué es eso de andar diciendo un grito por otro? ¡A ver, cada bicho con su grito!
Los animales se miraron de reojos, sonrieron como sonríen los animales, que a veces es con la cola, hamacaron de un suspiro el maizal y cada cual en su idioma dijo:
– ¡Puajjj! ¡Hemos vuelto a la normalidad!

 Laura Devetach

fuente:https://udlerlorena.wordpress.com/2013/04/29/cuentos-para-contar-y-dar-de-leer/